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Los micropagos se han convertido en uno de los modelos de negocio que más está creciendo en los últimos años y que, pese a su aparente juventud, se ha consolidado en diferentes estamentos de la sociedad. La definición de este término es el sistema por el cual los usuarios pueden obtener unos servicios a cambio de realizar pagos de pequeñas cantidades, entre unos céntimos hasta los diez dólares aproximadamente. Su popularidad creciente se debe al mundo de los videojuegos, que lo ha incorporado de diferentes formas, como entraremos a repasar.
Forma ya del pasado el tiempo aquel en el que se compraba un título de videojuego y ya no se requería más inversión. En la actualidad, todo se va digitalizando y pasa por un proceso de adaptar el negocio a las necesidades actuales de la ciudadanía. Ejemplo de ello son los portales especializados en actividades longevas en el tiempo como el póker con dinero real ahora en el campo virtual o las muchas plataformas de contenidos audiovisuales que proponen series y películas a sus clientes mediante un periodo de suscripción mensual.
Los videojuegos no son una excepción de esa evolución y su tendencia, en muchos de los títulos más demandados en la actualidad, se ha decantado por las microtransacciones. Estemos hablando de aplicaciones para teléfonos inteligentes u opciones para las videoconsolas, en la mayoría de las ocasiones se ofrece de entrada la opción de entretenimiento de forma gratuita, conocido en inglés como free-to-play, para que luego se vayan creando una serie de necesidades que animen a hacer un desembolso.
Los micropagos tienen la principal característica que se presentan como opcionales. Ya sea en los juegos gratuitos o en aquellos que han supuesto una inversión económica, la experiencia no se debería ver alterada de forma exagerada si se realiza o no una de estas transacciones. Por ejemplo, uno de los más comunes son los objetos, que sí que pueden suponer una ventaja competitiva respecto a los rivales online que te puedas encontrar. Casos evidentes de ello son los sobres y cartas de FIFA Ultimate Team o los artilugios y herramientas en Call of Duty.
Otro de los puntos que mencionar es aquel que anima a potenciar la experiencia o, lo que es lo mismo, ganar tiempo. Su uso se da para progresar mucho más rápido y llegar donde el jugador quiera sin invertir demasiados minutos u horas en ello. En títulos de gran repercusión como Pokémon Go o Clash of Clans es habitual tanto para mejorar algunas de las habilidades como para recuperar fuerzas para seguir compitiendo.
Un tercer micropago que comentar, muy popular en los últimos tiempos, es el de la mejora estética. Como sucede en la realidad física, se adquieren ropas y complementos para dar una visión propia y distinta al resto. Lo mismo sucede con el campo virtual, donde las apariencias cada vez ganan más peso y no pasan desapercibidas para el resto de los usuarios. El gran caso que responde a estas características es Fortnite, cuyos cosméticos han trascendido el videojuego y se han hecho muy populares.
Una alternativa a este modelo de negocio, sobre todo en el mundo de las aplicaciones de juegos para celulares, es la publicidad. Si los jugadores no desean desembolsar dinero, se les propone en algunas ocasiones consumir anuncios y obtener recompensas, como las comentadas anteriormente. De este modo, quien abona un precio no es la persona usuaria en sí misma, sino la empresa anunciante que apuesta por la plataforma como vía para darse a conocer entre los jugadores.
Muchos otorgarán el nacimiento de los micropagos a fenómenos como el de FIFA o Fortnite. Nada más lejos de la realidad. Este concepto data de los años 90, cuando empezó a entrar internet en los hogares y, en consecuencia, el comercio electrónico. De las primeras transacciones de bajas cuantías documentadas destacan el pago por leer artículos de una revista o periódico digital, que aún se mantiene. También el hecho de descargar piezas de vídeo o audio de forma legal, algo que ahora ni siquiera se contempla con Spotify, Netflix o Amazon a la orden del día.