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Su abuelo amaba a los animales. Menos a los gatos. Hasta que un día, a los 6 años, hace 30, Nai Osepyan, su nieta, se cruzó un felino abandonado en la calle. Iban con el auto de papá y mamá. Lo vio en la vereda, lastimado, perdido, bebé, y lo levantó. Como no había lugar en su casa, se lo llevó de regalo a su abuelo, que tenía chanchitos, ternero y conejos. Pero nunca, jamás, gatos. Era 28 de octubre. El día de San Simón. En esa casa los animales llevaban los nombres de los santos.
“Al poco tiempo mi abuelo ya adoraba a Simón más que a nada más en el mundo. Fue para siempre”, sonríe Nai. Cuando dice “para siempre” es literal. Simón y Eduardo Julio Montenegro convivieron 18 años. Y murieron el mismo día. El hombre, en un hospital, por un infarto. El gato, con un problema en los pulmones causado por el paso del tiempo, se fue el mismo día.
Al volver a la casa de Ramos Mejía en la noche del velatorio del ser (humano) querido, descubrieron que Simón también se había ido. A la mañana siguiente, la familia Osepyan Montenegro, llegó a un acuerdo con el responsable de la casa de sepelios. Hombre y gato se iban juntos en la caja de madera. Juntos para siempre.
“Yo me reía en el entierro, algunos me miraban raro”, recuerda ahora Nai sobre su secreto. De Simón a esta parte, los gatos se transformaron en un pedazo esencial en la vida de esta mujer: en la faceta íntima y en la profesional.
Nai Osepyan vive en absoluta empatía con los felinos. Desde hace muchos años se dedica, no solo a criar dos gatos, si no a ser el hogar de tránsito de tantos otros que buscan adopción. Por su casa, calcula, ya pasaron al menos 50. Esa relación permanente con el animal le expuso a sí misma una característica única de comprensión y relación con un animal siempre misterioso.
“Si lo tenés que traspasar a lo humano, sería un psicólogo. Como no puedo decir que soy psicóloga, soy intérprete. Soy la persona que baja ese conocimiento médico que tienen los veterinarios, que son mis superhéroes, y entiende de conductas que no tienen que ver con lo físico. Los gatos son un animal muy nuevo en cuanto a lo que es la vida en un departamento. Soy un eslabón entre la persona que vive con el gato y el veterinario”, explica.
En 2011, después de varios años de adoptar o transitar gatos, se inscribió en un curso en el Reino Unido sobre conductas felinas y ya, once años después, cuelgan de sus paredes dos diplomaturas al respecto: es conductista felina certificada. Nai es una especie de gurú gatuna en Instagram, donde baja tips esenciales para que tu vida con tu gato no se descontrole. Tiene 100 mil seguidores. Un scrolleo rápido por su perfil muestra una amplia e inagotable gama de temas: celos, ansiedad, rasguños, maullidos, relaciones con los perros, con los humanos.
¿Por qué los gatos generan tanto enganche en las redes? Pues por lo mismo que Osepyan es noticia. Responde ella: “Los animales son temas de conversación. Y los gatos, desde que el mundo es mundo, siempre generaron fanatismo y también odio. Fueron casi exterminados hace siglos, pero mucho más han sido venerados por muchas culturas”, comenta y cita al gran poeta T.S.Eliot: “Si creés que es solo un gato, entonces es obvio que nunca amaste a un gato”.
Ella puede comprender por qué para el papa Inocencio VIII, el pontífice de la Inquisición, que todo lo prohibía, el gato era una representación del Mal. El Papa instaló que los gatos estaban dotados con poderes de magia negra y que podían ser la encarnación del diablo. Era la misma época que perseguían a las curanderas, las sabias del uso de las plantas medicinales. Las mataban, les decían brujas. Las mujeres solteras que tenían gatos eran presuntas brujas. Algunas fueron condenadas a muerte junto a sus gatos.
“A todos los animales se los usaba para algo, pero el gato es siempre libre, uno no puedo doblegarlo. En un punto es indomesticable. El gato no es para todo el mundo”, dice Osepyan.
El gato es un objeto de consumo en las redes sociales. Como tal, genera ansiedad en quienes adoptan un gato. En esos casos, las historias tarde o temprano terminan en un zoom con Nai. “Las expectativas que se generan por ver gatos mimosos en las redes es muy grande. Es como la historia del Príncipe Azul y el final feliz. Las relaciones no son tan fáciles y hay que invertir en el vínculo. Hay que trabajarlo y tener en cuenta las necesidades del otro. El gato no te tiene que querer. Te quiere si tiene motivo”. Osepyan habla de la relación entre los humanos y los gatos. Podría tranquilamente estar hablando de humanos con humanos.
Sin embargo, la especialista no aplica su humanidad a la hora de trabajar con los gatos. Busca la simbiosis. “Yo tengo empatía, me resulta fácil ponerme en el lugar del gato. No es ponerme como persona, es desde el animal. Tenés que aprender a pensar como está pensando el animal para comprender el sentido de lo que hace. Yo tengo la capacidad de pensar como un felino”.
Le pedimos, entonces, la lista de características clave de un gato:
“No negocian sus necesidades primordiales. Nosotros todos los días relegamos cosas que nos son imprescindibles y las dejamos de lado. Por una persona, por pertenecer. El gato no. No le importa lo que pienses. Va y hace pis en la alfombra adelante tuyo. Muchos creen que lo hace para vengarse por algo. El gato no tiene sentimiento de venganza, te está pidiendo a gritos auxilio, ayuda”, explica.
Pregunto, a riesgo de tocar una fibra delicada: ¿No hay gatos malvados entonces? La respuesta también podría aplicarse a las personas humanas: “El animal no tiene emociones de maldad, ni emociones complejas negativas. Simplemente tiene necesidades que no puede negociar. Son necesidades básicas”. Anoten: “No hay problemas de conducta, hay necesidades insatisfechas”. Ningún gato nace bardo. Entonces, advierte Nai, cuidado: “Tener un gato te genera un compromiso y una responsabilidad”.
- ¿ Por qué tapan sus desechos?
- Para no llamar la atención de su depredador. Algunos también tapan la comida. Y en realidad, no guardan comida para no dar indicios de su presencia. Por eso cazan presas chicas, se las comen y después se acicalan permanentemente. Para sacarse olores y restos de sangre y carne.
- ¿Por qué les encantan los sillones, camas, muebles para clavar sus uñas?
- Se las afilan. Tiene un motivo multifacético. Son mecanismos de defensa las uñas, también de escape (por eso se pueden trepar a todos lados), tienen entre los deditos glándulas que segregan feromonas y dejan marcas olfativas, por ejemplo en un tronco. Es una marca visual, para sí mismo y para los otros gatos. Y también es liberar emoción. Si están felices o activos vas a ver que lo hacen.
- ¿Los que tienen gatos son personas especiales?
- El que quiere un gato, quiere un gato. Hay algo que se llama “cat person”. Me fascinó que hicieron un estudio y que llegaron a esa conclusión: los que tienen gatos no quieren perros, son personas de gatos. Los que tienen perros quizás puedan querer un gato cachorro pero no al revés. Hay personas de la historia y la cultura fanáticas de los gatos: pintores, escritores. Se dice que los gatunos son personas sofisticadas o cultas, mientras que los que son más de perros son más sociables, del exterior, de seguir a la manada. Las personas de gatos tienen muy claras sus preferencias.
- Contame algo que se sepa poco de los gatitos.
- ¿Sabías que tienen desodorante en la lengua? Por eso no tienen feo olor. Tienen un componente en la saliva que actúa como desodorante. Por eso se limpian constantemente, para no atraer a otro depredador con su olor.
Nai explica que el gato nunca deja de ser un cazador. De hecho, en lo particular, es lo que más le gusta de los felinos domesticados. “El gato es todo. Mirá, siempre me gustaron las orcas porque son el eslabón final de la cadena alimenticia. Pero el gato, por más que tenga otro animal que se lo puede comer, es una máquina perfecta de matar. Su única función es la cacería y la supervivencia y es perfecto en eso”.
- ¿No tienen defectos los gatos?
- El único defecto que tienen es que no ven bien de cerca, pero lo tienen compensado por el sistema de navegación, que son sus bigotes, en el morro y en las patas. ¿Sabías que tienen bigotes en las patas? Son para sentir a su presa. Y pueden ver en la oscuridad.
¿Y la vida personal de una conductista de gatos? ¿Hay espacio para otra cuestión que no sean los gatos? Osepyan sonríe: “Empecé a transitar gatos viviendo con mis viejos, después me mudé con mi primera pareja y no tenía tanto lugar. Después me mudé a una casa muy grande, ahí hice mucho tránsito. Pero la vida social se veía afectada: quizás no voy a un asado para darle la mamadera a dos gatitos. Me pasó de irme de un asado porque me llamaron que había un gatito muy lastimado que necesitaba atención y un hogar”.
En la casa de Nai viven dos gatos amarillos, Aramis y Toulouse. Los dos pasaron la prueba del tránsito y conquistaron particularmente su corazón. “Mi eslogan es ‘cambiando el mundo pero un gato a la vez’”, ríe la conductista sobre su afán de rescatar, transitar y entregar gatitos. Siempre o casi siempre hay al menos tres gatos en su casa. Días atrás se fue Gonzalo, quien estuvo en su casa nueve meses en situación de tránsito. La historia de Gonzalo es furor en su Instagram. La última semana Nai tuvo muchas visitas. “Vinieron todas mis amigas a despedirlo”, cuenta. Y se emociona un poco.