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Desde hace algunos años, las lagunas de la provincia de Santa Fe se posicionaron entre las más visitadas del país, especialmente, las del sur. El boom que genera la pesca del pejerrey permite que muchas localidades evidencien un movimiento turístico importante y distritos como los ubicados en las adyacencias de La Picasa, esa imponente masa de agua cercana a la ruta 7, a la que tantas veces cortó, se erigen como grandes opciones para el fanático. Hoy, el presente es muy distinto y la actividad piscatoria ya no es la atracción del pueblo. La sequía, las disputas territoriales de las ciudades aledañas y la falta de pique generaron que este ámbito pase al olvido, al menos, por ahora.
Historias como la de La Picasa hay muchas. En Junín, Mar Chiquita fue el bastión principal de la localidad de Agustina, con una inyección turística al pueblo que, con la desaparición del agua, desapareció. Quizás el reflejo más recordado sea del inicio del nuevo milenio, con un claro ejemplo como La Niña, un pueblo parte del distrito de 9 de Julio que, pasó de vivir de la agricultura a la pesca, producto de las inundaciones que hicieron que el pejerrey sea el único recurso que proliferó en los campos sumergidos de la región.
El turismo se convirtió, por sorpresa, en uno de los ingresos principales, con más de 1500 pescadores que por fin de semana visitaban el pueblo de poco más de 400 habitantes. Apostaron por la gastronomía regional, alquilaron sus propias casas y generaron ingresos en tiempos donde no había otra opción.
Con el tiempo, el agua se empezó a ir, el pejerrey mermó y, poco a poco, el pescador dejó de ir. La fisonomía volvió a ser la de siempre, campos sembrados, escases de agua y La Niña pasó a ser parte de la historia del pescador, al menos, hasta que la naturaleza dicte lo contrario.
Ese boom similar a La Niña vivió La Picasa, un espejo que se divide entre Diego de Alvear y San Gregorio, ambos partes del departamento General López, en el sur santafecino. Fueron noticia en los medios en la pasada temporada, con una enemistad muy importante que se generó por la pesca del pejerrey.
Según señalan medios locales, el conflicto que mantuvo en vilo a las dos localidades tuvo que ver con el hecho de que los dos pesqueros pertenecían a empresarios de San Gregorio además de uno que era de Venado Tuerto y desde esos lugares se organizaban y trasladaban a pescadores de caña. Esto generó la bronca de los pescadores de red de Diego de Alvear ya que sostenían que estaban depredando la laguna ya que centenares de lanchas copaban La Picasa.
Fue tal el conflicto que tuvo que lidiar la provincia y se generaron restricciones que afectaron la afluencia de aficionados. Sólo se podían capturar 15 piezas por pescador. Con el correr de las semanas, se sumó la sequía, el bajo nivel y la falta de pique, situaciones que hicieron que el cañófilo deje de tener en cuenta este ámbito.
"Prácticamente no hay pejerrey o mejor dicho no hay pique. Lo que si hay son carpas", señalan lugareños, al tiempo que ya no quedan casi pesqueros. Atrás quedaron las decenas de excursiones que elegían este espejo, la infinidad de embarcaciones surcando sus aguas y los miles de aficionados que entraban a las ciudades a pescar. Habrá que esperar si, cuando baje la temperatura, mejora el pique y se puede pensar en una laguna como opción de pesca.
San Gregorio pasó de ser un pueblo turístico a volver a ser un pago rural. Ya los almacenes no se llenan de pescadores, las estaciones de servicio no tienen colas de autos con la caña en el baúl ni los alojamientos están colmados. El pejerrey no está y eso se nota. Ojalá que, cuando la naturaleza lo permita, vuelva a ser opción de pesca y se lo cuide como corresponde, entendiéndose entre todos los actores que forman parte de sus tierras y se aproveche el recurso como corresponde.