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Mujer  Domingo 06 de septiembre de 2020 - 14:37 hs.                5026
  Mujer   06.09.2020 - 14:37   
10 desafíos actuales (y muy originales) de la crianza
El psicólogo Guido Entenberg desarrolla un decena de habilidades parentales imprescindibles. Reducir los comportamientos rígidos, y regular el estrés asociado a la crianza son claves.



Las expectativas sociales con respecto a la mapaternidad evolucionan: ya no se trata sólo de interactuar con los hijos, sino de entender sus necesidades, preferencias, miedos y preocupaciones. Y todo esto, mientras la idea de lo que es una familia (su estructura, su función y sus valores) evoluciona, la representación social de los géneros se ve desafiada, y la tecnología atraviesa de par en par tanto la vida de los adultos, como (¡quizá más!) la de los chicos.

En este contexto, contar con información adecuada nos ayuda a desarrollar habilidades parentales, reducir comportamientos rígidos, y regular el estrés asociado a la experiencia de criar. Distintos estudios científicos han hallado, de hecho, que sentirnos más capaces en el rol de cuidadores fortalece no sólo nuestra aptitud para responder a las necesidades de los chicos, sino también la propia salud mental ​adulta.

Veamos entonces algunos desafíos actuales en la crianza, por qué son tan importantes, y qué habilidades nos permitirán cuidar bien a quienes más queremos.

Los más pequeños compiten por la atención parental. Ilustración de Kiti López. Crédito: app Crianza: guía para padres, de Universidad CAECE y fundación ETCI.



1. Hijos versus celular: la competencia por la atención de los padres

El asunto no es sólo que los chicos noten o no a sus padres distraídos. Algunas investigaciones hallaron que cuando los adultos usan excesivamente el celular frente a sus hijos, los más pequeños comienzan a competir con el objeto por la atención parental. Y si el modo que encuentran de destacarse es a través de conductas de riesgo, el peligro será mayor: al estar concentrados en la pantalla, nuestra capacidad de respuesta se enlentece.

Este mismo problema, además, se complejiza en distintos momentos de nuestra rutina diaria: si respondemos mensajes mientras manejamos, por caso, no solo ponemos en peligro a quienes viajan con nosotros; también modelamos una práctica poco segura y fácil de aprender, sobre todo en adolescentes que comienzan a manejar e incorporan hábitos de quienes les enseñan: sus padres.

Consejos:

  • ​Intentar un uso más compartido del celular.
  • Explorar videos o juegos en línea que sean entretenidos para grandes y chicos.
  • Buscar que el tiempo frente al celular nos ayude a fortalecer el vínculo en lugar de deteriorarlo.
  • Establecer límites de tiempo (pasar 30 minutos sin mirar pantallas o prestar atención a cuántas veces revisamos los mensajes durante la última hora).
  • Establecer límites de espacio: dejar el teléfono en la habitación durante las comidas familiares.

2. El desafío de los “ya va”, “ahora voy” o en 5 termino”

¿Quién no pidió a un niño que se vaya a bañar y se encontró con respuestas de este tipo? Ahora existe incluso una versión “gamer”: “una partida más y apago”. La frecuencia de estas respuestas no debiera sorprendernos: la investigación muestra que el general de los chicos tarda en cumplir al menos un tercio de los pedidos parentales. Ciertas conductas de desafío son también formas saludables de expresar deseos de autonomía, y nos ofrecen la oportunidad de perfeccionar el modo de pedir las cosas.

Consejos:

  • ​Usemos indicaciones simples, claras y directas.
  • Intentemos pedir sólo aquello que consideremos necesario: si damos demasiadas instrucciones, ningún chico cumplirá todo lo pedido y eso provocará frustración en ambas partes.
  • Procuremos dar una indicación por vez, y ser bien claros: no es lo mismo decir “tené cuidado” que “agarrá la botella con las dos manos”.
  • Cuidado con los pedidos hechos en forma de pregunta (“¿podés caminar más despacio?”), ya que confunden y dan a los chicos la sensación de que está en sus manos decidir si cumplir o no.
  • Utilizar afirmaciones afectuosas pero claras, del tipo “caminá despacio, por favor”.

3. Los elogios como forma de promover buenas conductas

Solemos preguntarnos cómo reaccionar antes malas conductas, o qué palabras usar para que un chico deje de hacer algo peligroso. Y es cierto que en esos casos debemos intervenir. Pero existe un camino distinto y complementario, aunque muchas veces subestimado: la atención positiva a las buenas conductas. El uso de elogios orienta a los niños hacia el desarrollo de nuevas habilidades y una imagen positiva de sí mismos. Además, requiere poco tiempo y mucho menos esfuerzo que retar. Felicitar buenas conductas (no sólo las sobresalientes… jugar tranquilos o hacer tareas sin protestar también merecen valoración) es tan importante como poner límites, y uno de los mejores recursos para fortalecer la relación con los chicos.

Consejos:

  • Ser específicos: describir con claridad lo que felicitamos, ya que no es lo mismo decir “muy bien”, que “¡te felicito por guardar tus juguetes!”. Así es más fácil para el niño entender lo que valoramos. 
  • Felicitar con entusiasmo (con palabras, sí, pero sobre todo con gestos no verbales: sonriendo, abrazando, mostrándonos contentos).
  • Evitar combinar elogios con críticas (del tipo “al fin viniste a la mesa la primera vez que te llamé”).
  • Hacerlo a tiempo: cuando un elogio se demora pierde valor y parece artificial… ¡Los elogios más efectivos son los que se realizan dentro de los cinco segundos después de ocurrido el buen comportamiento!

4. Cuando toca poner límites

Más allá de promover buenas conductas a través de indicaciones claras y uso de elogios, hay momentos en los que toca establecer límites como respuesta a conductas inapropiadas o peleas. Esto ocurre en todas las casas, por lo que nuestro primer desafío es no tomarlas como ataques hacia nosotros. Quizá, incluso, podemos convertir estos episodios en oportunidades de aprendizaje para los chicos, en los que exploran los límites de su entorno y aprenden cuán consistentes somos en la puesta de límites.

Consejos:

  • El desafío es que las consecuencias frente a una mala conducta sean realistas y acordes a la edad del chico.
  • Pensar límites que los chicos puedan respetar exitosamente, caso contrario sólo obtendremos más frustración.
  • Es mejor un límite breve y exitoso, que uno tan exigente que no podamos sostenerlo en el tiempo.
  • Siempre suena mejor un límite que indique cuál es la conducta correcta (“hablá más bajo, por favor”) que uno centrado en lo que no queremos (“dejá de gritar”).
  • Expresarnos de manera firme, pero respetuosa: si establecemos límites enojados o frustrados, probablemente incluyan críticas o comentarios negativos que afectarán el vínculo.

5. Comunicación ante situaciones de crisis

Buscamos proteger a los chicos ante los peligros de la vida, y esa tendencia se acentúa en situaciones de crisis. Pero si suceden cambios al interior de la familia o en la sociedad (como ocurre en el actual contexto de pandemia) y los chicos no son informados intentarán darle un sentido por sus propios medios. Nuestra naturaleza es darle un significado a todo lo que vivimos, y eso incluye tanto a grandes como a chicos.

¿Conversamos acerca del COVID-19 con los chicos? ¿Sabemos qué sienten? ¿Saben ellos qué sentimos? Si generamos las condiciones para que los niños se expresen, no los dejamos afrontando emociones difíciles por sus propios medios. La comunicación sensible y efectiva en momentos de desafíos vitales conlleva beneficios a largo plazo en el bienestar no sólo del niño sino de todo su sistema familiar.

Consejos:

  • Empecemos compartiendo cómo nos sentimos nosotros: es el mejor modo de validar la expresión emocional en casa. Una vez hecho esto estarán mejor dadas las condiciones para hablar con los chicos acerca de cómo ellos se sienten.
  • En situaciones de enfermedad o crisis, los adultos tendemos a usar lenguaje demasiado técnico para minimizar la angustia o no alarmar a los chicos. En estas circunstancias lo mejor que podemos ofrecer son explicaciones coherentes acerca de lo que todos notamos, y autenticidad frente a la incertidumbre, sin abrumar (no es necesario contar todo en un día, ni explicar consecuencias de un futuro que los niños no están cognitivamente preparados para anticipar).
La vida que los jóvenes llevan “online” es una extensión de sus vidas fuera de internet. Ilustración de Kiti López. Crédito: app Crianza: guía para padres, de Universidad CAECE y fundación ETCI.

6. Ciudadanía digital: ¿cómo integrar la tecnología digital a la cultura, valores y reglas familiares?

Primero comprendamos que la vida que los jóvenes llevan “online” es una extensión de sus vidas fuera de internet. Si gastamos nuestra energía únicamente en establecer una cantidad máxima de horas para jugar perdemos la oportunidad de enseñar a los chicos a transitar la vida digital cuidándose a sí mismos y cuidando a los demás. Para no abordar el tema a ciegas, entendamos primero qué está sucediendo en el paisaje digital: cuáles son las redes sociales más populares, en qué consisten, qué oportunidades y riesgos ofrecen (algunos usan las redes para comprar productos, otros para promover el cambio social o medioambiental), y cuáles son las nuevas formas de socialización.

Consejos:

  • Reflexionar e Identificar primero qué valores queremos transmitir, para luego enseñarlos a través de las situaciones que el mundo digital nos ofrece.
  • Alentar a pedir disculpas por los errores cometidos online (por ejemplo, si reenviaron un video que no correspondía reenviar).
  • Enseñar a no hacer comentarios negativos de forma anónima, o alentar la curiosidad y amabilidad.
  • En lugar de establecer cuántas horas pueden jugar en línea, podemos ayudar a los jóvenes a identificar las señales corporales que indican nervios, cansancio o frustración, para que sean ellos mismos quienes sepan cuándo deben parar.

7. Consumo de sustancias: ¿cuáles son los mejores métodos de prevención?

Distintos estudios científicos se han preguntado qué podemos hacer los adultos para prevenir el consumo de sustancias en jóvenes. Los hallazgos ponen el foco en el estilo de comunicación, la identificación de los motivos que llevan al consumo, y la pregunta acerca de qué comportamientos enseñamos: la presencia de alcohol en la mesa familiar, por ejemplo, normaliza el consumo y lo pone en el lugar de un hábito lógico. En cuanto a los motivos, no todos los jóvenes se ven tentados a tomar por la misma razón: algunos piensan que encontrarán diversión o dejarán de sentirse tristes; otros suponen que harán amigos más fácilmente; y no son pocos los que creen que así “no quedarán mal con los demás”.

Consejos:

  • Si los jóvenes entienden que queremos darles una clase acerca del tema se pondrán a la defensiva. Pero no hablar tampoco es una solución efectiva.
  • La mejor forma de prevenir es alcanzar primero una buena conexión (por ejemplo, a través de un vínculo respetuoso y recíproco), y eso a su vez nos conducirá a comunicaciones de calidad: interesarnos primero por su opinión y tomarla en serio, para luego explicar los riesgos para la salud y las posibles consecuencias asociadas al consumo.
  • Identificar el motivo que lleva a un joven a querer tomar nos orienta en la mejor intervención: si el adolescente busca aprobación de sus pares o sentirse mejor, seguro podremos ayudarlo a alcanzar esos mismos objetivos sin incurrir en hábitos problemáticos.
Al revelar nuestras emociones buscamos validación y aceptación. Ilustración de Kiti López. Crédito: app Crianza: guía para padres, de Universidad CAECE y fundación ETCI.

8. Orientación sexual: ¿cómo lograr que los jóvenes se sientan apoyados cuando comunican su orientación sexual?

Para muchos adolescentes hablar con sus familiares (especialmente con los padres) respecto de su orientación sexual es una decisión importante. Los temores percibidos y las consecuencias negativas reales (como la culpa y el rechazo) convierten a este momento en un verdadero desafío a nivel psicológico. Cuando un joven comunica a sus padres que se identifica con alguna orientación sexual y/o identidad de género en particular está decidiendo ser fiel a quien es y manejarse con honestidad.

Consejos:

  • Las personas rara vez necesitan que les digamos si están en lo correcto o equivocados. Cuando somos honestos con los demás, sobre todo al revelar nuestras emociones, buscamos validación y aceptación.
  • Distintas investigaciones científicas dan cuenta de que el grado de aceptación o rechazo parental a la identidad elegida tiene efectos directos en la salud mental y física de los jóvenes: la aceptación tiende a fortalecer la autoestima y la sensación de apoyo social, mientras que el rechazo se asocia a mayor probabilidad de trastornos mentales, como por ejemplo, depresión o consumo problemático de sustancias.
Jugar con los chicos nos ayuda a construir lazos más fuertes. Ilustración de Kiti López. Crédito: app Crianza: guía para padres, de Universidad CAECE y fundación ETCI.

9. Beneficios del juego para el desarrollo psicosocial

La rutina del día a día a veces dificulta encontrar momentos para jugar con los chicos debido a las responsabilidades del mundo adulto, los compromisos escolares, etc. En ese contexto sentarse a jugar puede terminar como la última de las prioridades. Pero jugar con los chicos puede traer muchos beneficios: ayuda a construir lazos más fuertes, da la oportunidad de aprender a resolver problemas en un marco más relajado, explorar la imaginación, aprender a comunicar pensamientos, emociones y necesidades. Cuando jugamos con los más pequeños tenemos la oportunidad de responder con calidez y validación, y de ese modo promover en ellos el sentimiento de ser capaces de alcanzar logros.

Consejos:

  • Debemos permitirnos seguir el juego de los chicos, respetar sus tiempos, y atender sus intereses y capacidades.
  • Procuremos no dar lecciones acerca de qué o cómo debieran jugar, ya que muchas correcciones o indicaciones convierten la experiencia en insatisfactoria.
  • El juego a veces repetitivo de los chicos puede aburrirnos, pero ellos necesitan ensayar y practicar las cosas muchas veces para aprender a realizarlas correctamente y confiar en sí mismos.
  • Evitemos peleas innecesarias, apreciemos sus logros, y no nos olvidemos de algo importante: el momento en que los chicos juegan en calma no es el momento de “ir a ocuparnos de otra cosa”, sino una excelente oportunidad para demostrarles que pueden ganar nuestra atención actuando con tranquilidad.
Los padres pueden influir sobre las preferencias de hábitos saludables de los niños. Ilustración de Kiti López. Crédito: app Crianza: guía para padres, de Universidad CAECE y fundación ETCI.

10. Influir positivamente en los hábitos alimentarios

Nuestras acciones y actitudes tienen efectos concretos en los hábitos alimentarios de los más jóvenes. Nuestro propio comportamiento al comer, las reglas que establezcamos (qué se puede comer, dónde, cuándo) o las palabras que usemos: por ejemplo, el tipo de adjetivos que usemos delante de los chicos para describir un alimento ("rico", "horrible", "delicioso", "aburrido"). En definitiva, lo que pareciera jugar un rol importante es el modo en que nosotros mismos nos relacionamos con la comida.

Consejos:

  • Si los chicos observan que comemos los alimentos que les exigimos probar, y si nos ven alimentarnos saludablemente, más probable será que ellos mismos también desarrollen buenos hábitos alimentarios.
  • Esto concierne no sólo a la comida en sí misma, sino también al modo de comer: rápido o despacio, sentados o comiendo de parados, etc.
  • Nuestros gustos se desarrollan un poco por lo que conocemos, por lo que podemos influir sobre las preferencias aumentando la presencia en casa de alimentos nutritivos y saludables, y limitando los no saludables.
  • Tan importante como lo que vemos es lo que escuchamos: distintos estudios científicos hallaron que el uso por parte de padres y madres de elogios y halagos durante las comidas influye positivamente en el desarrollo de hábitos alimentarios saludables, sobre todo en niños de 2 a 6 años.